miércoles, 11 de enero de 2012

El gordito rojiblanco en el balcón municipal.

Navidad suele venir con regalos para mucha gente, y mi pasada no fue la excepción. Un hermoso ejemplar de "Desde la ciudad nerviosa" de Enrique Vila-Matas, uno de mis autores favoritos del momento, apareció debajo del arbolito (que todavía no desarmé) aquella noche. Difícil es que mi Papá Noel personal conozca realmente mis gustos y logre acertar de manera tan ajustada en el pequeño centro del blanco de autores que quisiera que me regalaran. Por este motivo fue que no tardé en darme cuenta de la grata ayuda que recibió, sin dudas, de mi amigo el Librero Gigante.
La cuestión es que los días que siempre tilde de "más aburridos del año" (los que van desde el 26 hasta el 30 de diciembre) fueron días de ávida y placentera lectura. Leía mientras iba al baño, mientras caminaba, mientras esperaba las respuestas de gente que tarda en contestar en las redes sociales porque mira series... La estructura del libro permitía ese tipo de lectura: la mayoría de los textos son crónicas de unas 4 carillas, que se leen sin problema y en unos pocos minutos.
Sin embargo, hay dos ensayos que, pese a no ser largos, no se prestaban para esta lectura express, por lo que decidí leerlos en otro ambiente. Me dirigí, like an old man, a la plaza del centro, para aprovechar la luz del sol y entretenerme con la prolija prosa del catalán.
Después de leer lo que me había propuesto y cierto plus, sentado en frente de nuestra majestuosa municipalidad, me di cuenta de la presencia de otro Papá Noel en el balcón central de la misma. No había persona que no se girara noventa grados en su caminata para observarlo. ¿Era eso lo que miraban? Seguramente. Pero me puse a pensar en qué otras posibilidades había. Se me ocurrieron tres:
a) El edificio es uno de los más bellos de la ciudad, sin lugar a dudas. Es una verdadera obra de arte y quizás el aura que se produce al verlo sea tan fuerte que logra que el que no esté mirándolo, aprecie corporalemente lo especial y no resista a la tentación de girarse sobre sí.
b) El reloj de la municipalidad tiene dos particularidades. La primera es que tiene dos círculos de números, el externo con números romanos que van del I al XII, mientras que en el interior se ven del 13 al 24 en números arábigos clásicos. Horrible.
La segunda, es aún más patética: fastuoso reloj y sin agujas.
c) En el frente del edificio municipal hay varias ventanas. Pero ese día había algo especial, pero que no comprobé si era simplemente ese día o si se trataba de algo común a la época. Cientos de redondelitos negros se disponían para nada uniformes, alrededor de ellas. ¿Bichos? Parecían muy grandes para serlo. Como mínimo, pequeñas concentraciones de bichos. Varias centenas de concentraciones de ellos. ¿Y sino? No tengo ni la más remota idea.
Seguramente ninguna de estas tres razones serían realmente el motivo para que cada persona que pasaba por ahí, se rindiera ante las ganas de ver algo. De todas formas, me sirvió para conocer ciertas cosillas de nuestro edificio gubernamental más importante. El resto que se quede mirando al gordito rojiblanco.

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